Mi momento feliz de la semana
4 min lectura. 07 de septiembre de 2025 [Personal] #Deporte #SaludLa gente que me conoce sabe que llevo haciendo deporte desde hace unos años y lo mucho que me aporta desde entonces. Hace un par de años que empecé a correr varias veces a la semana de manera consistente, pero hace 4 meses di un paso más allá, y empecé a correr por senderos, el famoso trail running, y desde entonces se ha convertido en mi momento feliz de la semana.
Hay personas que dicen que correr les aburre, y puedo entender perfectamente su punto de vista. Estar decenas (o cientos) de minutos dando vueltas a un parque, durante decenas (o cientos) de días al año, durante decenas (o cientos... bueno esto ya no, jajaja) de años puede resultar tedioso. En mi caso aprovecho para escuchar podcasts, generalmente pongo la carrera en piloto automático (a menos que toque hacer series o algo que requiera más atención) y disfruto de la escucha mientras dejo que el cuerpo ruede solo. Pero sí, puede que falte algo en esta ecuación, y eso lo he podido incorporar en el trail.
Una vez que comienzas a correr por senderos la cosa cambia radicalmente. Lo primero y más notable es el paisaje. Ya no estás dando un millón de vueltas al mismo parque. Ahora estás en el monte, entre árboles, rodeado de naturaleza. El ambiente, el aire, tu estado de ánimo... todo es diferente. Seguramente haya gente a la que la naturaleza, el campo o el monte les sean totalmente indiferentes, pero a mí me da la vida estar rodeado de verde.
Otra cosa que cambia es que la monotonía se reduce mucho, incluso aunque repitas las mismas rutas cada semana. El paisaje cambia, hay cuestas arriba y abajo, hay cambios de terreno que captan tu atención y esto último es otro punto a tener muy en cuenta que hace del trail una experiencia diferente a correr en asfalto. Mi principal miedo cuando empecé a correr por el monte era, sin duda, la posibilidad de torcerme un tobillo en un mal gesto. Todavía no me ha pasado, y espero que pase mucho tiempo sin tener un accidente así. Lo que sí he notado es que mis articulaciones se están volviendo mucho más resilientes al pisar terreno irregular, y que estoy automatizando ciertos reflejos (algo que no he notado tanto al correr dentro de la ciudad).
Y tampoco podía dejar de mencionar otra mejora que he percibido, que es algo que seguro que no le sorprenderá a nadie: la eficiencia subiendo cuestas. Las cuestas cuestan, a todo el mundo. Pero cuando te acostumbras a incorporarlas como parte de tu ritual semanal, en el día a día ese esfuerzo se minimiza una barbaridad. Sé que no le estoy descubriendo nada nuevo a nadie, pero se vuelve a cumplir este ciclo entre la eficiencia del gasto energético y la mejora de la calidad de vida. Más y mejor de uno implica más y mejor de lo otro, y viceversa. Y en poco tiempo te das cuenta de que moverte, en general, te cuesta menos, incluso aunque ya hicieras deporte y corrieras anteriormente.
Todo este compendio de factores están haciendo que el día que salgo a correr por el monte sea mi momento feliz de la semana. Un rato largo para mí, con la naturaleza, disfrutando (y a veces sufriendo, es algo inherente al deporte), pero siendo consciente de todo lo que me aporta en el momento y en mi vida. Ojalá pueda seguir disfrutando de esto muchos años más.
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